lunes, mayo 10, 2010

En La Madriguera del Conejo

Pienso que cada uno tiene su madriguera del conejo blanco, aquel estado en que hacemos las grandes reflexiones tanto para con nosotros mismos, como para el exterior y la mía se encuentra en mi mente, que nada más disparatado hay que yo haya conocido.

Tal vez sea por la influencia de Wilde el que me haya decidido a dar una vuelta por ahí, porque si bien nunca he podido separarme de ella literalmente, también es cierto que hace rato que no he mirado lo que hay detrás de Ann, Karolina y La Voz, como un lugar donde los recuerdos se guardan cual cachivache innecesario y donde por lo regular se puede encontrar decisiones postergadas de manera indefinida.

Es cierto que me hayo satisfecha con lo que soy y quien soy ahora, pero no soy perfecta y obviamente hay cosas que lamento muy profundamente, que al final sé que no puedo culpar a nadie más que a mí misma pero que también soy fiel creyente que si se comete un error y si todavía hay tiempo, tratar de enmendarlo por lo que me encuentro intentando hacerlo con migo y a aquellas que ignoré durante más de media vida.

Sé que no hay pretextos, pero sólo me permito decir las condiciones por las cuales tomé decisiones equivocadas.

Desde muy pequeña me enseñaron a que la vida es en sí un verdadero asco, que la suerte es la utopía de una vida imposible que sólo se ha visto en los relatos impresos, me enseñaron a prepararme para un mundo en el que sólo hay pobreza, guerras, discriminación y todas las bajezas que el hombre puede hacerse a sí mismo, a los demás y cuanto lo rodea y que si bien es cierto y hasta ahora no puedo negarlo, sé que ahora puedo despreciar aquello, que ahora me he dado cuenta de que uno puede forjar su propio destino, e incluso pintar (en mi caso escribir) su propio mundo y su propia realidad.

Me enseñaron a creer en un Dios que dentro de su bondad hay que temerle, me enseñaron a tratar de enmendar un pecado que yo nunca cometí y que cualquier cosa que me generara placer era mal vista, que rezar a un ente invisible puede salvar la vida de alguien era lo más útil que podía hacer siendo que muchas veces creí hacerlo mal, pues nunca funcionaba.

Mi demonio favorito me preparó para valerme por mi misma, ser autosuficiente y no necesitar de nadie, más que de él mismo, sin darme cuenta de eso yo hacía cuanto estuviera en mis manos para ganarme una expresión de aprobación. Me preocupaba tanto lo que pensaran los demás, me esforzaba por hacerlos sentir orgullosos de mí sin importar que aquello que yo hacía, para mí, por las noches cuando ya nadie me rodeaba se convertía en una gran nada.
Me educaron para que mi único objetivo en la vida fuera tener dinero, que al final, todo lo demás no importaba, que tenía que hacer todo lo posible e imposible para poseerlo, poseer poder y el respeto de personas que jamás conocería ni conoceré. Que mi vida se tenía que reducir a trabajar por un sueldo más allá de lo imaginario, jamás padecer hambre ni necesidades y que en resumidas cuentas, en eso consistía la felicidad.

Cuanto cambio lo que conocía cuando me vi un día sin mi demonio respaldándome, ni diciéndome qué hacer o cómo hacerlo, que nunca me daba órdenes precisas pero que yo tomaba decisiones dependiendo de sus reacciones y me vi en un momento de mi vida como si estuviera en pausa, que si bien me movía de un lado para otro tratando de mantener una vida que me di cuenta no era la que yo quería, me sentía como detenida en el tiempo sin estarlo, viendo un reloj girar sin esperarme y que por más que llenaba mi tiempo de actividades diversas, en realidad lo hacía sin avanzar.

La verdad es que en mi interior sabía exactamente lo que yo deseaba en realidad, pero siempre me enseñaron a nunca ante poner los sentimientos a la lógica o la razón, siendo que en realidad, mente y corazón (por llamarlo de alguna manera) deben de estar en equilibrio, que si te dejas llevar por uno terminas siendo un idiota sin razón, y si optas por el otro terminas siendo un idiota con razón.

Aquellos meses en que pasé dándome cuenta de que podía ser libre y de hecho lo era desde siempre fue algo muy duro, creyéndome valiente pues había aprendido a prepararme para lo peor me vi esperando un golpe que me llegó desde donde jamás me enseñaron a ver: mi atacante era yo misma, exigiéndome una explicación del porqué, siendo que tenía la libertad, jamás había elegido lo que deseaba, que si bien el mundo es un asco, no tengo porque aceptarlo ni tratar de vivir en él adaptándome, que si había voces en mi interior gritándome y señalándome aquello que yo quería, ¿porqué las había ignorado?

Así llego el día en que me vi a altas horas de la noche resolviendo problemas de cinética para obtener un título que haría feliz a los demás, pero para mí sería la constatación de una prisión sin candado, de un futuro jamás deseado y de futuras noches vacías.

Si algo aprendí de mi demonio favorito fue a no querer terminar como él, que un titulo no es un papel que asegure una estabilidad interior pero que sí puede significar la entrada a un infierno personal elegido por voluntad. Sin él a mi lado, aprendí que la soledad es la única que se queda con nosotros cuando todos se van, que no es mala acompañante y si se le sabe escuchar, es muy buena consejera.

En el año que siguió a su partida me di cuenta de que por las noches, cuando todo está oscuro, cuando no importa cómo te ves, qué ropa llevas o qué comiste y cuando ya nade te rodea te quedas contigo mismo y uno no se puede engañar simulando satisfacción por algo que no nos agrada hacer o ser, porque en la noche, lo que parecía importante en el día, queda ensombrecido por la oscuridad del interior y se convierte en cosas vanas y simples.

¿Por qué habría de conformarme con un mundo que no me ofrece nada bueno siendo que yo podía crear uno para mí en el que yo puedo manipular lo que quiero ver y lo que no, porque puedo elegir su significado que le quiero dar con sólo una pluma, un trozo de papel y mi mente?

Yo he creado mundos alternos desde siempre, yo los observo en mi mente con cada lectura realizada, porque mientras leo me veo lejos de mi propia percepción, permitiéndoseme ver otras realidades y otros mundos muy diferentes al mío.

El miedo me rigió por mucho tiempo, y me orilló a cometer grandes errores, principalmente el miedo al fracaso. Nunca luché por llevar a cabo mi sueño hasta ahora, principalmente por el hecho de fracasar, que según mis enseñanzas, no estaba permitido. Sin darme cuenta de que el simple hecho de no intentarlo, en eso consistía mi fracaso personal, llevándome a una realidad detestable e insoportable. Sin darme cuenta yo sola me había hundido en un infierno por miedo.

Ahora que puedo verlo me doy de topes en la pared por haber sido tan tonta pues incluso lo leía varías veces, aquellos que han renunciado a todo lo material por llegar a donde en verdad se quiere estar, Marius, de los Miserables era feliz con sólo una ración de pan y queso y notas en una pequeña banca por el solo hecho de ser quién quería ser, porque en busca de la felicidad lo resumen todo con la frase “si en verdad quieres hacer algo, sólo hazlo”

Ahora salgo de la madriguera, tal vez en las mismas circunstancias en las que entré, pero sin duda en diferentes condiciones para seguir.

3 comentarios:

Horacio dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Horacio dijo...

Como bien dijo un compañero, yo tengo "mucho de otros", y este texto me recordó algo que me dijo hace poco una buena compañera de facultad, la gran Tamara, que pudo plasmar con palabras una idea que tengo desde hace tiempo: Todos necesitamos al menos un momento de soledad en nuestras vidas, y ese es el momento donde podemos salir de lo superficial, y darnos cuenta de lo mas profundo, de como somos en realidad y porque hacemos lo que hacemos. Es una lástima que tan pocos se tomen ese tiempo de soledad, porque parece que tanto a Tamara, como a vos y a mi nos sirvió bastante para poder entendernos y elegir nosotros mismos el camino a seguir.

Mar dijo...

Bienaventuradas sean las visitas a todas y cada una de las madrigueras que no podemos ni debemos ignorar