viernes, septiembre 12, 2014

Isn’t it Funny?



Tengo dudas existenciales, en parte porque estoy medio aburrida, en parte porque acabo de leer El Diario de Bridget Jones, uno de mis libros favoritos de lo que va del año.

Tengo un buena lista de reproducción, I mean, he encontrado buena música últimamente y aunque mis cachorros se quejen de mi música repetitiva ¿Qué puedo decir? si algo en verdad me gusta me cuesta trabajo dejarlo ir.

Estas ultimas semanas he descubierto algo de mí que no sé si sea bueno o malo. Hace algunos días me encontré mal, revaluando mi situación en todo sentido y me di cuenta de que cuando me siento defraudada o triste me da por optar una actitud de malvada bitch y no me refiero a Cruela de Vil, estoy hablando de verdadera maldad a lo Joker. Joder por joder, el gusto de hacer cosas crueles que llenan mi espíritu de verdadera complacencia. ¿Estoy loca, soy una psicópata potencial, como una larva de maldad esperando a ser liberada en algún momento y lo peor, disfrutándolo? ¿cuál es mi problema? Sé que en algún lado aún sigue la Hippie dentro de mí, pero, ¿dónde?

Como sea, después de la tormenta vino la calma y ahora recuerdo con nostalgia aquellos días en que, como Peter Bateman, no deseaba un mundo mejor para nadie. Ahora, no sé si quiero un mundo mejor para mí y para todos los que me rodean.

"Isn’t it funny how day by day nothing changes, but when you look back, everything is d i f f e r e n t.” 
C.S Lewis

viernes, septiembre 05, 2014

I Miss Him



Oh stupid girl, love is only found in books and poetry. Not in life.
Mariam Hayaat Khan in Veer-Zaara

¡Dios!, ¿Cuánto tardé en darme cuenta?

Haz una lista, me decía a mi misma desde hace años. No lo creí necesario, no creí que tuviera la respuesta o las respuestas, plural suena más conveniente. Al final me quedé con un ¿Para qué hacerlo? No es que realmente importe hacerlo ahora. Y de todos modos lo voy a hacer.

Lo extraño. Es curioso porque no tengo qué extrañar, pero lo hago.

Es un eco que suena desde tiempos lejanos. No todos los días lo siento, solo algunos. Fingir que no me duele ahora no es tan trabajoso, ahora no me quita el aliento como solía hacerlo en aquellos años. No sé que años, o cuántos, sólo sé que fue hace bastante el tiempo, el suficiente para que solo lo recuerde en ciertos días.

Tampoco recuerdo cuándo lo conocí. Simplemente ya estaba ahí. Tirando de la manga de mi suéter para evitar que me atropellaran, dándome libros (aventándose, sería más exacto) que no podía no leer. También estaba ahí cuando escuchaba buena música que no conocía, o poniéndome jazz bajito mientras hablábamos para educarme.

Recuerdo que también estaba ese día cuando no quería levantarme de la cama, y también cuando decidí darle un giro a mi vida.

Estuvo aquella noche que tuve la pesadilla horrible y desperté con lagrimas en ojos jadeando, me rodeó con sus brazos y dejo hundirme en su hombro, me dejó mojarle y moquearle su playera sin una queja.

Cuando estaba aburrida no lo dejaba en paz, discutía con él por todo y si me dejaba ganar la discusión lo acusaba de condescendiente y si no daba su brazo a torcer lo acusaba de testarudo. Creo que sólo quería ver cuando se desesperaba exhausto por tanto argumentar. Al final por el cansancio o el hartazgo restregaba sus grandes manos desde su barbilla hasta su rizado espeso negro que despeinaba elegantemente, sólo entonces me callaba y me sentaba a su lado, lo besaba para que me perdonara mi berrinche.

Aun increíblemente esto no lo extraño. Había muchos días y horas en que no lo veía junto a mí. El tiempo es un tirano inclemente y a veces sólo no había manera de juntarnos. Otro día, me decía, le decía. Un día el Otro día no llegó.

No sé tampoco en que momento se fue o cuál fue la última conversación. No tuvimos despedidas, eso es seguro. Tampoco me arrepiento de eso, no sabría cómo despedirme de un personaje como él.

No sabría decir qué extraño de él. No estoy segura que lo extrañe en verdad, quizá sólo extraño la persona que era en aquellos años, aquella que aún creía, aquella cuyos pies no están tan atados  al piso, aquella que aún se deslumbraba por los colores del mundo.

Lo extraño, pero no a él.