miércoles, abril 28, 2010

Un café... IV

Un Café Perfecto

La cafetería no era grande, pero era acogedora, con paneles cafés y cuadros con colores cálidos, como si todo el lugar estuviera hecho del mismo grano del café. El olor era embriagador y muy hogareño y él, tan alto e imponente como siempre. Yo temblando de pies a cabeza y tratando de que mi rostro no se deformara en una mueca de gusto alucinante.

-Siéntate, nena- dice mi jefe ubicándose detrás de la silla, como lo hacen los caballeros en las películas.

Me siento torpemente y le sonrío nerviosa.

-Hemos trabajado juntos durante un año- comienza a decirme mi jefe después de que pidió dos capuchinos-, eres una chica muy responsable y muy bonita.

-Gracias- murmuro entre dientes y poniéndome colorada hasta lo imposible, pero él, como buen caballero, lo ignora.

-Me sentí con la confianza de invitarte un café, nena, y espero no lo tomes a mal.

-No tengo por qué hacerlo, no se preocupe- le dije tomando mi café, el cual temblaba en mi mano y me arrepentí de haberlo tomado.

-Gracias nena, y el motivo de que te haya invitado, primeramente es para celebrar un año de trabajo, en el cual te has desenvuelto muy bien- comienza a decir tan propio, y me pregunto si estoy lista para lo que me dirá, algo que he estado esperando desde hace meses-, el segundo, es porque veo que eres muy madura y responsable aún a tu corta edad, me inspiras mucha confianza.

Si siguen los halagos, tendrán que rosearme con una manguera, creo que mi piel va más allá del color escarlata normal.

-Mira nena- continua después e un momento en que saboreó su café, siempre es tan bien portado, parece que sus modales fueron adquiridos del siglo XVII-, espero que no me lo tomes a mal, pero hay algo que quiero pedirte.

Me mordí la lengua para decirle que tomara lo que quisiera, en vez de eso, sólo le sonreí incapaz de decir algo coherente.

-Creo que nadie me entenderá mejor que tu en algunos problemas que tengo- dice poniéndose por primera vez nervioso-, sé que tu respuesta puede cambiar para siempre mi vida y trataré de aceptarla y comprenderla cualquiera que sea.

Me mira nervioso, yo bajo la mirada avergonzada con el corazón latiéndome con fuerza en el pecho.

-Dígame- le digo para infundirle un poco de valor.

-Mira, mi amor, tengo una hija de tu edad- me vuelve a dirigir una mirada nerviosa, pero al mismo tiempo esperanzado-, no me lo tomes a mal- volvió a pedir, ¿cómo podría hacerlo si es algo que yo estaba esperando?, negué en silencio sosteniéndole la mirada-, mi hija quiere casarse con su jefe, él bien podría parecer su padre y me pregunto ¿hay algún motivo para que me preocupe o impida la boda?, te lo pregunto porque quiero ser objetivo y no caer en conclusiones predeterminadas por una sociedad, que ahora ya no son tan validas.

Lo miro parpadeando tratando de comprender lo que acababa de decirme, bajé la vista y tomé el café que ya no temblaba, para ganar tiempo y saber qué contestar.

-Bueno, en realidad hay muchos factores- dije tratando de hurgar en mi cabeza y saber por qué no entré en estado de shock-, yo no sabría decirlo- el aún esperaba, respiré hondo y me calmé tanto que hasta pude desenvolverme mejor- usted conoce a su hija, y creo que siendo educada por usted, debe de ser muy madura al tomar sus decisiones. Tal vez en verdad se amen y puedan formar un futuro juntos, y si no lo logran, déjela saber que usted la apoya, que sabe que puede cometer errores, pero que si esta dispuesta a corregirlos usted la apoyará, así ella considerará sus opciones y tal vez no tome una decisión precipitada.

Era increíble que hablara tan fluidamente y que no me sintiera descorazonada por ver mis ilusiones rotas, pero es que a cada momento me percataba de que él era el hombre perfecto, no le añadiría nada, incluso sería maravilloso mantener una relación de amistad, pues su moderación te dejaba satisfecha sin exigir más de lo que él daba amablemente.

Me miró agradecido, lo pensó un rato y continuamos hablando toda la tarde, como amigos, como compañeros. No hizo falta que me tomara de la mano, pues sus palabras acariciaban de forma tan dulce que cualquier contacto hubiera minado el efecto perfecto de sus palabras.

Así fue como conocí a mi alma gemela.

1 comentario:

Ricardo dijo...

Una buena taza de café, no tubo el final que esperaba, lo cual es bueno.

Saludos