No juzgar a un libro por la portada, ¿lo han oído?, seguro que sí y prometo recordarlo la próxima vez, pero aclaro que sólo es aplicable para impresos y no en seres vivientes y parlantes.
Desvanecidos Difuntos, es un pequeño ¿cuento?, ¿novela?, lo que sea, lo tengo en mi librero desde hace ya mmm… muchos años, lo había intentado leer una vez, pero como el autor es Paco Ignacio Taibo II y está lleno de palabrotas lo boté con apenas dos páginas leídas (antes era una ignorante y me persignaba por cualquier cosa… vaya, me persignaba, en verdad deben de ser muchos años… mejor concentrémonos), pero como se me están acabando los recursos literarios empecé a hurgar en mi librero y ayer leí Pedro Páramo que me dejó un poco paranoica y tratando de demostrar que yo y todos los que me rodeaban no estaban muertos y aquí les dejo un consejo: si quieren permanecer vivos no traten de probar que los demás están muertos pinchándolos con un alfiler.
Me gustó Pedro Páramo y mucho, así que ahora agarré Desvanecidos Difuntos y apenas llevó como una hora y ya voy la mitad, es tan divertido pero hay que recordar que no es bien visto que uno se ande carcajeando sola, más en el comedor que está vacío y hay psicólogas analizando mi personalidad y que se les ve en los ojos el deseo de encerrarme en un psiquiátrico y pincharme con una vara… no sé si exactamente en ese orden.
Mientras hacía aun lado el ejemplar para poder contener la risa me dispuse a distraer mi mente con cualquier cosa y entonces noté la piel de mis brazos. Estoy usando una blusa blanca lo que se supone hace que te veas mas clara o mas morena, dependiendo, pero no soy ni una ni la otra, ja, mi piel se ve rosa, algo así como el color interno de algunas guayabas que se ven rosas y son deliciosas.
Nunca me ha gustado que mi piel se vea morena, siento que no me queda bien, no es que sea prejuiciosa por el color de piel, pero en lo particular no me gusta cómo se me ve a mi, pues bien, desde hace algún tiempo evito el sol que de por si detesto, pero ahora lo hago teniendo otro motivo y es que esperar a que no tenga un efecto sobre la piel después de pasar mas de tres horas diarias en el sol jugando domino y baraja en las mesitas de la facu es de ignorantes. Oye, faltaba nada más el bronceador.
Total, que con un año de mantener esa tonta costumbre se me hizo la piel muy morena, además de que quedaron marcadas, quizá para siempre, hasta donde me llegaban las mangas de las playeras y eso no se ve muy bonito.
Entonces cuando hay sol llevo cubiertos los brazos, cuando no hay, bueno, es motivo de celebrar.
Yo esperaba, quizá no un tono blanco, pero si algo claro, jamás me imaginé que fuera rosa, no sé, se ve extraño, anormal, como si no fuera suficiente ser rara por dentro, también lo revelo por fuera.
Mientras hoy trataba de ignorar la radio, (y es que prefiero sobreponer un ruido por sobre las voces de los temerrucos o cualquier otra agrupación que me exaspera puesta por los individuos de almacén) escuche una anécdota que me recordó un poco una personal.
Soy claustrofóbica, o por lo menos presento algunos síntomas cuando me siento encerrada en un lugar con poca ventilación y pequeño, como el hecho de que no puedo respirar, pues bien, esta experiencia se vino a hacer realidad hace unos tres años (creo que es hora de dejar de hablar de años, fechas y edad), trabajaba en un ciber en vacaciones, pues estudiaba.
El local yo lo cerraba por dentro y salía por la puerta de la casa donde se encontraba y cuya dueña era la suegra de mi jefa, pues un viernes se les ocurrió salir a todos, cosa que a mi no me extrañó, pues era algo común.
Alrededor de las nueve de la noche cerré el local y cuando estaba dispuesta a salir de la casa me encuentro con que la puerta estaba cerrada con llave, la cual no tenía. Marqué al celular de mi jefa y mi preocupación se asentó cuando lo oí timbrar dentro de una habitación. ¡Esa maldita maña de no cargar con el celular!
No sabía qué hacer, pues no podía localizar ni a mi jefa ni a la suegra y yo encerrada. Comencé a caminar en círculos por el muy reducido local tratando de buscar una solución, pero cuando sientes que te ahogas como que tu cerebro no funciona muy bien.
Esa noche fue una de las que he maldecido a medio mundo por orden alfabético, pues no quería que nadie se me olvidara. Total que dos horas después en que casi enloquecía, bueno, tal vez ese es el origen de mi locura, pues también fue cuando me percaté de que oía voces y casi me sentí Mort Rainey de la Ventana Secreta, pasó, por pura casualidad (no creo que satanás haga valida la oferta de mi alma por salir de ese lugar ¿verdad?) el hermano de mi jefa, quien se dio cuenta de mi locura estado y me ayudó a salir.
Al día siguiente me quejé y mis maldiciones aumentaron exponencialmente cuando al contarles lo sucedido se morían de la risa, como si quedarse encerrado fuera algo gracioso para un claustrofóbico. Recuerdo que toda la semana siguiente compraba todas las noches un elote imaginando que provenía de un jardín secreto en el cual estaban sepultados los cuerpos de mi jefa, su suegra y su estúpido marido.
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