martes, abril 13, 2010

Un café... II

Nota: Este es un pequeño proyecto que nació a las tres de la mañana de algún sábado, una serie de pequeños cuentos en un cafetería común. Este es el segundo que escribí, el primero me falta retocarlo un poco, pero aquí les dejo el primero que es en realidad el segundo… espero que me entiendan.

Café amargo

-¿Qué es lo que quieres?- pregunté, aunque de antemano sabía perfectamente la respuesta.

-A ti- contesto mirándome a los ojos, podía ver que era sincero, pero ¿hasta cuándo?

Lo miré sin decir nada, no había nada qué pudiera decir contra eso, la mesera trajo las órdenes de café, desvíe la mirada agradecida a una pareja que entraba en ese momento.

-No regresaré- dije al final- y lo sabes- no era mi intención ser grosera, pero había que acabar con esto de una vez.

-¿Y qué hago con lo que siento por ti?- preguntó, su voz sonó tranquila, pero yo lo conocía, había un matiz de dolor en sus palabras y me sentí mal por no sentir roto el corazón en ese momento.

-Te lo advertí- dije suavemente, tratando de explicarme-, te dije lo voluble que soy, que esto sería mientras ambos quisiéramos que viviera.

-Yo aún lo quiero- me interrumpió.

-Yo no- le sostuve la mirada deseosa de que supiera que mis palabras eran verdad.

¿Cómo puedes romper con alguien que aún siente algo por ti?, yo no soy capaz de sacrificar mi libertad por algo que ya no quiero que continúe, esa era la verdad, así de simple, para mí ya todo había pasado, los buenos momentos los disfruté, pero ahora llegaba el momento de poner un alto antes de que aquello se convirtiera en un mal recuerdo.

-¿No sientes nada por mi?- me preguntó.

-Te estimo, si es lo que preguntas- conteste sinceramente-, la pasé bien contigo…

-Era sólo diversión- se quejó.

-Te dije que jamás permanecería en un solo lugar, me aburro muy rápido- me arrepentí de haber dicho eso, pues pude ver que lo dañé, quise tomar su mano que descansaba en la mesa que tras mis palabras se había convertido en un puño, pero si lo hacía él podría interpretarlo de otra manera.

-¿Cómo puedes ser así?- preguntó con un tono de voz cargado de cólera.

-¿Cómo puede ser el cielo azul?- le señalé- así soy, Es mejor que me vaya.

-¿Sabes cuál es tu problema?- dijo cuando iba a levantarme, sus ojos eran duros y aún así no me sentí mal.

-Supongo que ahora me lo dirás- dije con ironía, pero él sólo se tensó más.

-No sabes lo que quieres- su voz trataba de destilar veneno, pero en su lugar, sólo era tangible el dolor-, ese es tu problema, por eso no hay cosa que te parezca suficiente- lo escuché en silencio, con paciencia, supuse que él se lo merecía- . Tus cambios rápidos de gustos no son otra cosa que pruebas buscando que llenen el vacío en ti, porque eso es lo que hay, vacío, buscas algo con qué llenarlo tratando de introducir tantas cosas diferentes esperando a que el vacío desaparezca, pero no lo hará hasta que te conozcas, hasta que seas capaz de elegir.

Esperó, quizá, con la esperanza de que su pequeño análisis me hiciera cambiar, pero sólo me limite a observarlo, si él era feliz despreciándome, si así me olvidaba y seguía con su vida, me parecía muy justo, un precio muy fácil de pagar.

-Vamos, niégalo- dijo tal vez al percatarse de que mordía mi lengua en un intento de dejar así las cosas-. Sé que piensas que me equivoco- resistí, no había porque romper la ilusión que lo alejaría de mi a salvo- ¡Maldición!, dime qué rayos estas pensando- aunque lo dijo susurrando, yo sentí como si me hubiera gritado.

-¿Qué importa lo que piense si ya te hiciste una idea sobre mí, una idea que tal vez te permita seguir con tu vida?

-No me subestimes- me pidió igual, en susurros-, es lo único que te pido, no me subestimes.

-Esta bien- dije resignada- te equivocas en tu idea, se lo que quiero y cada vez que estoy sola lo confirmo: Amo demasiado ser libre como para atarme a otra persona, me comprometí conmigo misma, amo estar sola, amo ser libre y aunque sé que el amor no debería ser así, para mi lo es: ataduras, quieras o no son ataduras. Muchos creen que el amor verdadero en realidad te libera, pero lo cierto es que entregas y dedicas tu vida a alguien más y lo siento mucho, pero aun no he sentido aquella necesidad, y para ser sinceros, espero jamás sentirla, pues soy feliz teniendo el control de mi vida, en mis manos y no me siento capaz de sostener otra existencia a parte de la mía, es por eso que te dejo libre, no merezco que deposites en mis manos tu futuro, pues no me siento capaz de saber apreciarlo.

Comprendió en mi tono de voz que lo que le decía era cierto, después de unos segundos vi que había comprendido, claro, sin el respectivo dolor de dejarme ir para siempre.

-Gracias por aceptar el café- dijo tomando mi mano, no la retiré, pues pude ver la resignación en su mirada.

-Te lo mereces- dije sinceramente sosteniéndole la mirada y acariciando su mano- Lamento no ser lo que necesitas, lamento que salgas herido tras esto…

-No- dijo interrumpiéndome de nuevo-, no te lamentes, fui un insensato al pretender que podía cambiarte, que yo podría ser suficiente para retenerte a mi lado.

-Lo serías para cualquier chica que pueda apreciar lo que vales, eres magnifico, sinceramente, y sin sonar muy típica, creo que el problema soy yo.
-No, no eres un problema- apeló, todavía con mi mano entre la suya- sólo eres tu, no podemos cambiar el color del cielo sólo porque no nos agrade al azul- dijo con una sonrisa amarga haciendo alusión a mi torpe comparación anterior.

El resto del café transcurrió en silencio, él no soltó mi mano hasta al final, hasta que se fue, él se marchó primero, pues no quería que el último recuerdo que tuviera de mi fuera de mi espalda. De esa manera deje ir a otra victima más de mi personalidad.

PD. Enserio, prometo (incluso tengo la mano derecha levantada... es difícil escribir con la izquierda), prometo que los próximos los ilustraré yo misma.

1 comentario:

Ricardo dijo...

Me gusto el cuento, espero leer los demas.