martes, abril 27, 2010

Un café... III

Después de días de no escribir publico el tercer capítulo de “Un café”, pero este requiere de una pequeña introducción:

Está inspirado en un hecho real con personajes reales, al protagonista no lo conozco muy bien, pero me agrada y obviamente oculto su verdadero nombre. Este relato refleja de fondo un problema que no puedo aceptar y creo que la sociedad no puede permitir discriminaciones de ningún tipo, es lo que menos soporto del comportamiento humano: Si vas a odiar a alguien, que sea por un motivo valido, no por el color, raza, condición social, condición física, gustos o preferencias sexuales.

Lamentablemente el final aquí mostrado fue muy diferente a como en realidad pasó, pero me pareció justo, que en un mundo en que puedo manipular las cosas en cómo debiera ser lo hiciera, algo así como un homenaje.

Café decisivo


Entramos al establecimiento, podía ver cuán incomodo se sentía, pero era un intento de hacer que todo lo tomara con más calma, además, después de lo que acababa de ocurrir, en verdad necesitábamos hablar.

Con paso veloz, Javier escogió la mesa de un rincón y vio con aprehensión a una chica solitaria, la cual ni siquiera nos dirigió una mirada. Yo lo seguí pegado a su espalda y me senté a su lado, él de inmediato estableció un muro entre los dos.

-Un americano y un mokka, por favor- ordenó Javier sin siquiera mirarme. La mesera apuntó la orden de  forma monótona y yo suspiré preguntándome si algún día Javier lo aceptaría. Si algún día se aceptaría.

-¿Qué piensas, Javier?- pregunté algo exasperado ya que ni siquiera se molestaba en mirarme.

-Nada- contestó en un murmullo-. Está muy lleno.

-¿Y?-

-No debimos haber venido, es mejor que nos vayamos.

-¿Cuál es el problema?- pregunté con voz alta viendo que él hablaba en susurros. Primero me miró indignado, después furioso.

-Tal vez tú estés listo para afrontarlo, pero yo no, quiero que respetes mi decisión.

-Si, yo también pido respeto para mí- hablé más molestó a cada instante, ahora la ofensa me fastidiaba más porque con su actitud él la respaldaba-. Que la recepcionista me discriminara por mis preferencias a ti sólo te indignó por el hecho de que esa estúpida te señalará, ¿qué hay de mi?, en todo esto yo soy el ofendido y lo peor es que tú respaldas esa actitud con tu comportamiento.

-Damian- habló con los dientes apretados-, quieres bajar la voz.

-¿Por qué habría de hacerlo?- en verdad estaba molesto- si el que tiene problemas de aceptarse eres tú, no yo. Tu habla en susurros, pero a mi no me avergüenza quién soy. Me molesta que no seas lo suficientemente valiente para defender quién eres.

-No es fácil para todos, Demian- ahora ya no cuidaba su tono de voz, comenzaba a enfurecerse. Esto no podía terminar bien, pero era demasiado para aguantarlo y no estaba dispuesto a ceder-, algunos no podemos ir por la vida recalcando cosas que nos avergüenzan…

-¿Te avergüenzo?- no lo podía creer, aquellas palabras dañaron demasiado-, creí que el problema eras tú y no yo, no entiendo si te avergüenzas tanto de mí, ¿porqué me pediste que saliéramos?, ¿nos vamos a esconder todo el tiempo? No estoy para juegos.

-¿Qué quieres que haga?, así soy.

-No, con esa actitud nada, pero esperaba que me estimarás lo suficiente para que me eligieras a mí antes que el resto- traté de calmarme cuando la mesera trajo las ordenes, tomé el mokka y le dí un gran sorbo, esperé a que el digiera algo, pero sólo permaneció con los ojos clavados en la mesa y muy cohibido-. No tengo porqué aguantar más discriminaciones si con la sociedad ya tengo suficiente, con personas que no usan su cerebro como para ahora sufrirlo también por tu parte. Me gustas mucho Javier, pero no estoy dispuesto a pagar por tu cobardía. Cuando te aceptes a ti mismo y tengas la voluntad de defender quién eres, llámame que es algo que me gustaría celebrar.

Dejé dinero sobre la mesa suficiente para pagar los cafés y propina y me levanté. La indignación, la impotencia, y la tristeza se agolparon en mí, pero estaba decidido a no soportar más discriminaciones por parte de nadie, incluso por Javier.

Apenas había dado dos pasos cuando una manó aferró la mía. Me volví sorprendido, era él, Javier. Un brillo extraño había en sus ojos: Decisión y nerviosismo. Incluso fui conciente del temblor en su mano, pero la aferré sin pensarlo, y ahí de pie junto a la mesa y con la mirada de todos me besó. Fue breve, pero lo importante fue que lo hizo. Me arrastró hacía la mesa y sin soltar mi mano tomamos asiento. Yo no había recuperado el habla, mi corazón amenazaba con salirse del pecho y ni siquiera me atrevía a pestañear por si todo había sido una ilusión, Javier, tratando de comportarse lo más naturalmente tomo mi mokka y comenzó a beberlo con una sonrisa en los labios, de seguro, por la expresión en mi rostro. Volví a respirar cuando el me guiñó un ojo, supe que por fin había elegido.

2 comentarios:

Ricardo dijo...

Esta buena, ojala durara mas. Y ojala pasaran asi las cosas, la verdad es que la sociedad pesa mucho.

Mar dijo...

Ojala las personas que sufren discriminación fueran valientes y defendieran lo que son por derecho y que la sociedad dejara los prejuicios medievales que la conducen.

Gracias por comentar.