domingo, agosto 15, 2010

Inesperado

Pensaba narrarles los dolores de cabeza que provoca el no tomar café, o que terminé celebrando un cumpleaños olvidado o que justamente hace año estaba tan ebria que terminé haciendo frente a todos lo que normalmente hago sola en la intimidad de mi cuarto, pero en lugar de eso les voy a narrar un cuento.


No era la primera vez que sostenía una conversación parecida, por lo cual ya tenía las respuestas y reacciones programadas, listas para decirlas en los momentos precisos. También estaba preparada para escuchar las críticas y reprimendas que recibiría. Incluso a su mente ya venía la típica frase "No es para tanto", pues le parecía una verdadera exageración absurda tratar ese ligero tema.

"La lluvia no es un mortal ácido, simplemente es agua"

Ésa era la única contestación que en verdad quería decir en voz alta, pero la educación y los buenos modales la detenían. Una parte de ella le decía que no era prudente decirla.

Tomó aire y esperó a que aquella conversación terminará de una vez por todas. Simplemente quería regresar a su escritorio y terminar la lectura en turno.

-Te vi salir en medio de la lluvia- decía su jefe mirandola a los ojos. Siempre lo hacía- ¿Te mojaste mucho?

-No- contestó ella con desgana.

-¿Traes paraguas hoy?- insistió con voz amable.

-No, no me gustan- contestó ella. Esperaba la crítica o la reprimenda y el sabio consejo de "deberías traer uno", pero no estaba preparada para lo siguiente.

-Te gusta la lluvia.

No fue pregunta, fue la afirmación de un hecho. Ella se quedo contemplando aquellos ojos claros que la miraban, no con crítica o pensando que era insensata. No había en esos ojos nada más que comprensión y tal vez algo de fascinación, por lo que ella se limitó a asentir.

Por primera vez se sintió observada por él y es que siendo sinceros, muy pocos logran percatarse de cosas tan sencillas como el simple gusto de caminar bajo la lluvia, sin prisas, sin tratar de protegerse; muy pocos sólo ven a la chica rara que no se comporta como los demás; muy pocos son capaces de percatarse de que a ella le gusta el agua en su piel, la sensación de frescura, la sensación de que por un momento puede sentirse como una persona diferente al resto del mundo.

Tardó varios minutos antes de dirigirse a su escritorio y tomar su libro con una sonrisa en el rostro, contenta de que alguien la hubiera dejado sin palabras.


6 comentarios:

Horacio dijo...

Que agradable situacion.

Mar dijo...

Que agradable cuento.

Saludos.

Ricardo dijo...

Hahaha, me gustó, saludos

Mar dijo...

Gracias, gracias Ricardo.

Saludos.

Guerrero dijo...

Que lido cuando te dejan sin palabras de esa manera...
Una disculpa por no pasar más seguido pero mi amante académica me ha obligado a estar menos en los brazos de internet.

saludos

Mar dijo...

Hola Guerrero, no hay problema. Yo sé lo exigente que es la primera y lo tentativo que es el segundo. Comprendo.

Gracias por pasar de vez en cuando.

Saludos.