viernes, mayo 13, 2011

No Era Una Cebolla

Ana caminaba de un lado para otro frente a la entrada de una casa en los suburbios.

Era una noche de otoño, el viento arrastraba las hojas que se desprendían de los árboles y Ana se paseaba decidiéndose si tocar o darse la media vuelta y marcharse para siempre, pero el discurso memorizado le rondaba la cabeza. "Tiene que saberlo", se decía, pero por más de media hora no parecía que aquel argumento le fuera suficiente.

Otras noches ya se había conformado con arrojar mangos a la puerta lustrosa y blanca, otras era zapote negro o guayabas demasiado maduras que se hacían puré en aquel jardín. Desde hace bastante tiempo lo hacía que ahora ya era un gran jardín frutal, como si todo estuviese destinado a favorecer al dueño de la casa. O tal vez sólo debería cambiar las frutas por piedras.

Las luces dentro de la casa se comenzaron a apagar. Aquello exaspero a Ana tanto que le dio valor para acercarse y tocar el timbre manteniendolo presionado hasta que la puerta se abrió de golpe.

Él era diferente. No había sonrisa amable, su piel mostraba arrugas, el color de los ojos estaba apagado y un rostro cansado y fastidiado la miró con desconcierto mientras Ana se alegraba de verlo confundido y sorprendido. Sin darle tiempo a evasivas, excusas o reclamos ella habló soltando su discurso memorizado sin detenerse si quiera a respirar más de dos segundos por cada minuto.

"Alex, tanto tiempo sin verte- comenzó Ana con las manos en jarras- te ves cansado, me atrevería a decir que hasta fastidiado. ¿Qué, la vida de casado no te sentó? Tu que planeabas cada movimiento, ¿creíste que a mi me sorprenderías?, ¿qué una llamada telefónica me sería suficiente para no seguirte? pues ya ves que no es así. No puedes solo tomar el teléfono y despedirte.

>>Bueno, tu lo hiciste, pero no significa que así se hagan las cosas. No cambiemos de tema. Me abriste y ahora me escucharás. No, no me interrumpas, me he ganado mi derecho de replica, me gané el derecho de reclamarte, porque gracias a mí conociste a la que hoy es tu esposa, gracias a mi conseguiste el empleo mejor pagado y gracias a mí ahora puedes tener fruta al alcance de tu mano y a cambio me arrebataste lo que tenía, convertiste a mi mejor amiga en tu esposa, me quedé sin ascenso esperando a que me ayudaras en un futuro, me quedé con tu pez muerto en la pecera y una gran deuda con la frutera.

>>¡Una llamada!, ¡Una mísera llamada! Pensé que significaba más para ti, me equivoqué, sentí igual cuando pensé que me había ganado la lotería y confundía una "I" con un "1", o cuando confundí el cilantro con el perejil, ¿es mi culpa que todo se parezca?, ¿es mi culpa que haya sinónimos de todo en el mundo?, ¿es mi culpa ver homónimos del inglés al español en cada texto?

>>Destruiste mis ilusiones. Es como si hubieras absorbido mis anhelos para plantarlos en tu jardín, o quizá yo las arrojé en el tuyo, éso no importa, el punto es que confíe en ti y tu me llamaste y dijiste lo que más me ha hecho llorar: "Las cebollas se exportarán pa´l extranjero, me tengo que ir" y colgaste. Al principio me emocioné cuando vi el negocio expandirse, pero luego comprendí que yo no entraba en el futuro de las cebollas ni en el tuyo y tu no volviste a llamar.

>>Cuando fui a buscar consuelo con Maria la encontré haciendo las maletas y me dijo: "Mi apá va a exportar ajos pa´l extranjero, yo voy a administrar el negocio allá", de nuevo y por segunda vez entendí que yo no entraba en el futuro de los ajos, lo mio era algo más frutal y menos apestoso y no me equivoqué, pues tu rostro dice que tu vida apesta y no son ni los ajos ni las cebollas.

>>Me dolió mucho ya no encontrarte en tu casa, me dolió ya no encontrar mi futuro y me dolió el trasero por quedarme sentada en el piso llorando tu partida. No importa, ahora ya no, ahora sólo me resta decirte que me alegro de verte mal, Alex, me burlo de tu expresión de tortura, tu expresión de sorpresa. Creíste que no sabría cuán desgraciado eres, pero cómo no saberlo con la cara acabada que traes, cómo no saberlo cuando oigo los gritos de tu esposa como urraca vieja desde el segundo piso. Te conozco mejor que tu mismo. 

>>No hace falta que me digas nada. No te preocupes, no volveré. Ya no es tiempo de mangos así que no tiene caso volver. No te diré a dónde voy, así no irás a arrojar tus cebollas a mi jardín.

Ana guardó silencio sintiéndose liberada por haber sacado todo lo que en años había guardado en su interior. Saboreo el rostro contrariado de aquel hombre que ahora le parecía un tanto desconocido, pero cuando estaba a punto de irse él le dijo:

-Lo siento señorita, pero mi nombre no es Alex, yo ni siquiera la conozco- y cerró la puerta.

Ana miró la puerta con el ceño fruncido y labios apretados. Agregó antes de darse media vuelta: Claro, también se me olvidaba que te fuiste y no me dijiste a dónde. Cretino.

5 comentarios:

Lobita Nocturna dijo...

Nada mejor como sacar el veneno de dentro. Te deja en un gan estado de paz y de libertad, como diría cierta persona que admiro mucho, "si dejas tu consola en ceros, todo es posible".
Los traidores abundan aquí y allá, pero no son más que pbores diablos egoístas que al final quedan tan mal que no distinguen una manzana de una cebolla y se revuelcan en lodo creyendo que es una alberca privada.
Aurevoir!!!

Mar dijo...

Muy buen consejo, Lobita.

Saludos.

Michell Cerón dijo...

vaya, no puedo creer que haya tenido tan abandonado a Blogger con maravillas de este tipo esperandome, este cuento es una genialidad, me inyecto un poquito de tristeza, pero me fascino, como esos postres de pequeñas porciones que asi son exactos, simplemente fantastico un todos los sentidos, ya te lo he dicho y lo reafirmo, eres una de mis escritoras favoritas,por favor sigue haciendo cosas tan maravillosas como esta.

te quiero

Guerrero dijo...

O_o
Buenísimo... espero que a nadie le haya pasado eso.

saludos

Mar dijo...

No sé, Guerrero, mira que tener un jardín frutal me parece de lo más tentador.