viernes, mayo 06, 2011

Eso Era Un Aguacate

Después de todos mis rollos emicos, he decidido dejar esa etapa de lado y les voy a referir una vieja historia, para ahora que se acerca el día de las progenitoras.

En una noche, no recuerdo si fría o calurosa, acompañaba a mi madre a hacer unas compras, tienda y recaudería. Yo era joven, mis mejillas eran sonrosadas, mi mirada llena de inocencia y mi cerebro ansiaba adquirir conocimientos nuevos... era adolescente, pues.

Cuando hicimos parada en la recaudería comencé a mirar todos los vegetales que se exponían ahí, en un desorden colorido en que verduras y frutas se mezclaban por todos lados mientras atendían a mi madre; fue entonces cuando miré una fruta extraña, o por lo menos imaginé que era una fruta porque no tenía aquella pose de rectitud que abundan en las verduras.

Parecía durazno, pero no era durazno, redonda, color amarillo/naranja/café/nomeacuerdobien lo que despertó mi curiosidad. El fruto se encontraba alejado de mi posición y no había manera de acercarme para inspeccionarlo, así que confiando en la sabiduría de las mamás para con esas cuestiones decidí preguntarle a la mía:

-¿Qué es eso?- dije señalando el objeto de mi curiosidad.

Mi madre dirigió su vista con esa poca atención que las mamás suelen poner a las preguntas de sus hijos y con crueldad respondió:

-Eso es aguacate, hija. 

Así, como si le hablara a Forrest Gump, como si no supiera qué es un aguacate, como si no supiera cómo es un aguacate. Cuando iba a responder para aclarar el error el Don que atendía a mi madre (y nada entrometido) preguntó a qué me refería; de nuevo señalé y añadí: Lo que está junto al aguacate. Haciendo hincapié en mi conocimiento sobre aquella fruta.

Esperaba una respuesta que aliviara mi duda, algo que dejara de lado el intento de mi madre de destacar mi ignorancia leguminosa, pero el señor se volvió serio y medio desesperado me dijo:

-Eso es ciruela.

Por un momento pensé que era un tipo extraño de ciruela, de esas frutas que luego traen de pueblos alejados, pero al mirar más allá, al otro lado del aguacate miré la ciruela, grande, redonda, jugosa y de color vino.

Iba a rebatir para aclarar que no era ignorancia de mi parte, sino una mera y simple confusión y mal entendido, pero las compras ya estaba hechas y salimos del establecimiento dejando al señor convencido de una gran ignorancia de mi parte.

Al final, medio compungida solo le dije a mi madre: Ya conocía los aguacates y las ciruelas, gracias. Y mi madre respondió: Hay hija, pues me hubieras enseñado que señalabas.

Así, sin más fui una victima de la poca atención de las mamás para con sus pequeños retoños.

Y esa fue la historia del aguacate desconocido.

3 comentarios:

Guerrero dijo...

Jaja la verdad que sin la ignorancia delas madres no aprenderiamos nada por nuestra cuenta... supongo que este año le regalarás a tu madre un aguacate no?

saludos

PD: ¿No les ha pasado que vez una fruta extraña y es un aguacate? xD

Lobita Nocturna dijo...

O.o algún día... juro por lo que es más hermoso en todo el mundo, haré una campaña contra esas madres que responden lo que sea a sus hijitos ávidos de conocimiento para que se callen y encima de todo creen que son retrasados mentales.
ESPARTANOOOOOOOS!!!... (ah no, verdad??)

Mar dijo...

No, Lobita, el grito era: ¡GUARDIAS!

Me encanto tu PD, Guerrero, gracias.