miércoles, enero 25, 2012

Vale El Doble

Sist: Hola. Dime si soy enojona. Di la verdad eh!, pero fijate qué me contestas porque te puede ir muy mal, maldita hermana desgraciada.


Yo: No Sist, no. Cómo crees, si eres como un pan de dulce azucarado... para un diabético, Maldita, lo matarías.


Sist: Jajaja, maldita, por eso te quiero mucho, viejita.


Yo: Yo sé, yo sé. Lo bueno que no soy diabética, soy inmune a ti. Tqm y sin estar ebria. Vale el doble.

martes, enero 24, 2012

La Amargosidad

Tal vez no sea la persona más feliz o animosa que te puedas encontrar en un circo. Puedo ser graciosa, pero no significa precisamente que me esté riendo sinceramente. Mi humor sarcástico solo me deja ver lo malo satirizando lo poco de bueno que me he encontrado en el camino.

Soy de esas que ven una mancha de tinta de impresora e intentan encontrar formas para saber qué tipo de obsesión tiene ése día, por ejemplo, hoy fue un payaso malvado sonriente con una gran verruga en una mejilla. Aún ahí está presente algún tipo de trauma ¡y verrugoso, además!.

¿Cómo puede alguien como yo vivir en un mundo como este sin tener la necesidad de cortarse las venas con lo primero que se encuentra?

En la realidad, los que en verdad viven en ella, saben que los finales felices solo están en papel escritos con tinta pero grabados en la mente.

Aquel leve suspiro que se escapa más de nuestra ilusión que de los pulmones al terminar una buena historia ya sea leída, vista o escuchada son los que nos proporcionan cierta esperanza, que en algún lugar en maravillalandia, a un lado de imposibililandia y al norte con estúpilandia está aquel final que siempre buscamos y no encontramos pero los sabemos.

También hay historias que no pueden terminar bien porque no es lo correcto, pero qué pasa con aquellas que durante toda la trama luchan por un final feliz y no lo obtienen. ¿Qué diablos pasa con mis finales felices?, ¿Nadie aprendió de Jane Austen?, ¿Qué pasa con esta generación? Si quisiera ver una historia realista no leería ni iría al cine, para eso hay espejos en todos lados. 

¡¿Qué pasa con mis finales felices?!

Puedo vivir con la idea de que la realidad es mala, pero no puedo con la idea de que ahora ya ni siquiera se imaginan buenos finales.

Y esto es todo lo que tengo que decir al respecto.